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Todo me es ajeno

Todo parece pintado con un color distinto, sombras sin misterio.
De los rincones de las cosas salen muecas que no entiendo.
Los ojos turbios de las mujeres, los quejidos de sus muertos.
Cada pieza de este mundo se ha alejado de mis dedos.
Inalcanzable, silencioso, austero… se ausenta de mi tiempo.

De un lado a otro, toco las puertas, oquedades sin recuerdos.
Esta lluvia no moja mi cuerpo, pasa a mi lado, sin tiento.
Lenguas muertas me llaman como en sueños, ahíto.
Estoy entonces en este sitio, aislamiento, encierro.
Sin paredes, más que la dermis de mis brazos, quieto.

Suena lejano, irreal, este viento con que me despeino.
A penas un soplo de sol me parece un exceso de luz.
Transpiro la sal de mi cuerpo, sin mirar atrás.
Estanque de dolorosos latidos, despojos por dentro.
Los reflejos me miran de soslayo, murmuran, lo sé, lo siento.

Todo, totalmente, completamente, absoluto absurdo.
Me resulta irreconocible mi propio estar ahí.
Tan quieto, niño bueno, esperando el regaño paterno.
Los ojos entornados, vueltas en la oscuridad.
Ajeno, lleno de aparadores, desfiles de deseos.

Y se deja ir tan lejos, con la rapidez de lo incierto.
Vértigo. Vida que se va muriendo. Trayecto.
Toco las cosas como con otro cuerpo.
Incapaz de sentir, cierro los ojos y anhelo.
Las mañanas de sol, ese otro tiempo.

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