Mayo 2007
Endimión duerme para esperarla, para hallarla en la tibia noche de sus sueños, se queda quieto, entre el sonido del bosque y el silencio de su cuerpo.
Entonces no sabe si es que ella de verdad llega, o entre recuerdos la sueña, tangible, aérea, ella, siempre ella. Tan dueña de sí, tan lejana siempre, tan ajena.
Luego, para tenerla, tendría que enajenar a los dioses sus miserias, sus días de sol, sus manos inquietas, tendría que dejarse atar por siempre al sueño que lo conduce a ella, y tener entonces sólo noche, tiniebla, incertidumbre de existencia.
Endimión duerme para esperarla, para hallarla en la tibia noche de sus sueños, se queda quieto, entre el sonido del bosque y el silencio de su cuerpo.
Entonces no sabe si es que ella de verdad llega, o entre recuerdos la sueña, tangible, aérea, ella, siempre ella. Tan dueña de sí, tan lejana siempre, tan ajena.
Luego, para tenerla, tendría que enajenar a los dioses sus miserias, sus días de sol, sus manos inquietas, tendría que dejarse atar por siempre al sueño que lo conduce a ella, y tener entonces sólo noche, tiniebla, incertidumbre de existencia.
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