Ella se detiene en los textos, va avanzando por cada párrafo, acaricia las letras con sus manos.
A veces se conmueve, siente ese temblor en los ojos que avisora las tormentas; otras se alegra, se queda sobre el texto sintiendo el viento fresco del otoño de esas letras.
Entonces permanece en silencio, porque las letras le han entrado por las yemas de los dedos, se han alhojado en su pensamiento, y si abriera los torrentes de sus dedos, saldrían en tropel las palabras inundando todas las habitaciones de su cuerpo.
Ella lee, y a la hora del amor, transpira montones de versos.
A veces se conmueve, siente ese temblor en los ojos que avisora las tormentas; otras se alegra, se queda sobre el texto sintiendo el viento fresco del otoño de esas letras.
Entonces permanece en silencio, porque las letras le han entrado por las yemas de los dedos, se han alhojado en su pensamiento, y si abriera los torrentes de sus dedos, saldrían en tropel las palabras inundando todas las habitaciones de su cuerpo.
Ella lee, y a la hora del amor, transpira montones de versos.
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