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Mostrando entradas de mayo, 2010

Amanece tarde

Entonces sucede que te levantas con los ojos de un color distinto; de profundidades oceánicas, insondables. Te miras adentro y te detienes en el suave silencio de tus sueños. Cierras los ojos. Con las palmas hacia el cuerpo, acaricias el amor reciente en tus dedos; un calor tan largo como tus brazos y tus piernas que se extienden, que se recorren con la memoria del tacto ajeno. Los brazos como almohada. Sujeto al compromiso por las sortijas de su pelo. Caricias lentas. Sueños. Luego… La mirada del otro para contarte tus propios secretos; para mostrarte lo que no notas de tu cuerpo, en el disfrute y el andar diario hay cosas que se te van descubriendo: sonrisas lejanas de tus primeros recuerdos. Y la tarde transcurre con los sonidos de estos tiempos, historias perpetuas de seducción y deseo. Pájaros y hombres sin dueño despiden al sol, ellos mismos se van extinguiendo.

Quinteto de líneas, silencio sostenido y romanza

Va, viene, sube, avanza… Pierde entre sus sueños las distancias Con auroras desteñidas cubre su espalda Y de sus manos sin líneas Brillan, ausentes, las estrellas claras Ya no se calla, hace tiempo que canta Con los ojos puestos en la vereda enmarañada Musita versos de antigüedad insospechada La mirada no le basta para tanto pasado Tanta historia, tanta nada Qué silencio se extiende entonces Entre la noche y sus palabras Una nota perdida en la partitura de esta danza Traspié, caída con vértigo anunciada Y ese suelo helado que recibe quebrada a la esperanza Toma sus manos, calienta el aliento en la garganta Al fin se calla, la mirada anegada Con esa agua de sal de la distancia La despedida que no basta Y la ausencia, superficie vidriada, cortina de agua Pasos en el aire, el bailarín ensaya En la memoria sin telones, descalza Se agita su aliento a pesar de la quietud Que no levanta su figura de sombra alargada Viene, se va, se detiene al umbral de nuestra mirada.