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Mostrando entradas de octubre, 2011

Fábulas de octubre II

Es la cosa de escribir las palabras, que se guardan, en la perpetuidad de lo que dure la página, en el tiempo inmaterial en que se quedan encapsuladas apenas han sido trazadas. Hoy las nuestras me han salido a salto de mata, sin aviso, como cuando antes aun estaban sobre papel las cartas y se guardaban entre los libros y al primer descuido caían a nuestros pies como pañuelos de doncellas enamoradas, esperando ser levantados con el cuidado del amor cubriendo nuestras manos ásperas. Así igual, los recovecos de los espacios electrónicos me han sacado una cronología de nuestros mensajes a la distancia, sin más, me encontré releyéndonos las ansias, el anhelo, la distancia. Encontré uno en donde decías que habías soñado con Baobabs porque se te habían metido mis palabras, “emisaria onírica del reino Baobab” me dices y me sacas esa inevitable sonrisa; entonces pensé en tus ojos, oscuros, misteriosos, y sobre ellos se reflejaban los sueños de Baobabs con que me fui a recorrer quién sabe qué lu

Fábulas de octubre I

Es terrible que este otoño me huela a muerte, a descomposición incierta por los tejidos del alma. A los octubres de otros tiempos debo algunas de mis historias más dulces, de perfumados olores de fruta conservada; hoy tengo miedo de este octubre que comienza, que aun se niega a ser otoño del todo, que calienta de soles de primavera y se inunda de lluvias olvidadas por las manos del verano, tengo miedo de la forma en que los días de octubre van avanzando sobre mis propias manos, en la cuenta de lo inesperado, de ese amor inevitable, furtivo, animal de caza, acechando. Cualquier amor, no importa, a los octubres de mi vida han llegado incluso algunos de los más desafortunados, algunos en la ausencia de mares de distancia, otros en las vueltas continuas de lo que por haber comenzado nunca, tampoco nunca se acaba. Me enamoro en octubre, lo digo con pensar, me apenan las carcajadas que despierta en los escuchas una confesión tan descabellada. Pero lo digo con voz pesada, hinchada de piedras

Para ir a la mitad del mundo

A Casandra en sus nuevos pasos A la mitad del mundo, convergen todos los senderos, se hacen largas todas las vías hacia el lado que nos lleven nuestros deseos. Si doblamos por la mitad al mundo, se estarán encontrando en cada esquina sus extremos. Hemisférico, vale lo mismo al sur que al norte si nos paramos en el medio. Pero justo ahí, donde se comienza a buscar el ombligo de sus misterios, es que salen del mapa todas las perspectivas, todos los sueños que se van luego por donde venga bien el viento. Al medio, el mundo tiene una línea, que avanza por todo lo largo de su circunferencia, que no se cansa de perseguirse la cola como gato travieso que se gasta el día en seguirse a sí mismo como una sombra. El Ecuador hace tutú de bailarina en la cintura del mundo que gira la danza perpetua de la vida, de la noche y sus días, de los años y sus estaciones, que están ahí por más que se nos descompongan los climas. Hace gala de su equilibrio sobre puntillas, sostiene el aliento para que no nos