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HE ESTADO SALIENDO -ensayo visual-

He estado saliendo es un ensayo visual realizado colectivamente y a la distancia durante el inicio de la pandemia. La narración sucede en Turín, Italia en un momento en el que aún no era posible dimensionar lo que sucedería con la emergencia sanitaria. La reflexión que propusimos en ese entonces, primavera de 2020, fue uno de los aspectos que, a lo largo de estos abrumadores meses se han demostrado como uno de los puntos más críticos de este proceso histórico: la marginalidad y la distancia de un mundo sostenido sobre los corroidos pilares de la desigualdad. 
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Estado del tiempo III: Tormenta de nieve.

Hace días que llegó la nieve, primero una noche suave, de copos mínimos, dispersos, una noche de fiesta para los que esperábamos que llegara como la anunciación de que en verdad estamos tan al norte que lo que baja del cielo se congela. Luego de esa noche comenzaron los rumores de la gran tormenta, los noticieros con sus imágenes de mapas térmicos, Nostradamus de nuestra era, y la gente en la calle con temor en las voces decían que llegaba, que era enorme, la más grande dicen, que duraría días, de oscuridad blanca, apocalíptica. La noche antes de la tormenta había filas fuera de las tiendas, se aprovisionaban todos, urgían las compras, para la noche, fría y ventosa pero aun sin nieve a la vista, ya se había agotado el agua en el barrio, iba la gente por las calles con sus carritos de la compra llenos de galones de agua comprados quién sabe dónde. Al final conseguimos un par de botellas grandes en la tienda que abre toda la noche en nuestra calle, dos por 5 dólares, el sobreprecio de

Estado del tiempo: Navidad en verano

La mañana de Noche Buena tuvo un sol suave desde temprano, y el aire vaporoso con el que comienzan los días de verano; desde la altura de nuestro balcón, a ojo de pájaro, las calles estaban llenas de gente sin abrigos, extraño, atípico, como los presagios de las catástrofes, como la dulce calma de las playas antes de que llegue la gran ola; para el medio día, navegábamos a 18°, premonición del trópico que asciende y colma el mundo entero con sus fiebres. Hubiera esperado la nieve, la navidad blanca del norte con alientos glaciares, pero no fue así, Nueva York nos ha dado la navidad más cálida de su historia. Y a la noche, la luna llena iluminando nuestro paseo de falso verano por el Parque Central, con esa luz blanca que diluye los objetos con sus sombras, confunde quietud con movimiento, como si los árboles del bosque ficticio de esta ciudad pudieran seguirnos los pasos por un trecho, y luego aburrirse de nuestra charla de asombros predecibles. En el subterráneo la gente respiraba

Estado del tiempo I: solsticio de invierno

La niebla densa humedece las cosas sobre la ciudad, reposa sobre los techos. La noche más larga del año estira sus brazos sobre un día sin sol. Hoy es invierno ya, aunque no tan frío como dicen que será, aún se puede salir unos minutos al balcón del piso veintiocho sin zapatos, a escuchar la ciudad desde arriba, y luego correr adentro, a la esquina del calentador en el cuarto a recuperar las sensaciones en los dedos helados. El invierno del norte, tan lejos de los trópicos, casi a la orilla del abismo blanco del polo. Así el cielo hoy, empantanado de nubes, un inmenso blanco que lastima los ojos, con un sol atrás que no se asoma, pero ilumina todo. Los autos van con las luces prendidas a las diez de la mañana, reflejan su prisa sobre la calle mojada, amanece de noche esta ciudad que dicen que no duerme, aunque a mí me parezca siempre medio adormilada, medio onírica, moviéndose de esa forma extraña en que las cosas levitan en los sueños, avanzan sin tocar el suelo. La gente en los c

Memorial

Debía escucharse sólo el silencio, cuando pasaban ellos, con los pies sin tocar el suelo. Un ritmo quieto, su transcurrir por los sueños. En esas horas lentas en que los niños juegan a solas y los padres hacen la siesta. Andaban por sus ciudades como en otras épocas. Los hombres de las guerras, con sus heridas siempre abiertas, las miradas solas, las manos aún inquietas. O sólo el recuerdo de esos hombres, ni aunque sombras. Pasando por el aire, colándose entre los chubascos del verano sin mojarse, pura neblina en noches invernales. Al otoño se muestran, dónde el viento arremolina hojas. Cuando pasan por el camino, a la vera se siente el mirar de sus mujeres antiguas. Los ojos cristalizados, embalsamados de lágrimas. Pero estos hombres no las perciben, las piensan a la puerta de sus casas, estáticas. Gira la noria de sus recuerdos de estampa antigua. Sólo sombras en la hora más clara del día, no se cansan de darle vueltas a las calles donde se les perdió la vida. Mudos,

De las tormentas que me salvas

Conocí el futuro en las líneas de tus manos, que avanzan cada día milímetros imperceptibles, se hacen más claras, más fuertes, como surcos fértiles. Te descubrí a mirada de gitana, buscándole claves a las coincidencias más vagas. Y en estos días de tan dulces certezas, el pasado se diluye, se aleja, son largas las distancias por donde la memoria ya no navega; desembocan los ríos de la vida en el mar calmo de los olvidos. Me regalaste el olvido, a la luz de nuestra vida juntos, todo antes tiene colores insípidos, una tonalidad gris, como el polvo que se ocupa de las cosas que ya nadie toca. La bestia de la memoria reposa, en calma, con el estómago lleno de sensaciones nuevas, sin ansias, duerme el reposo amable de quienes finalmente tienen un dueño. Cierra los ojos sin temores. Pero esta noche el pasado se revuelve, busca la puerta, toca con la palma abierta sobre los vidrios de las ventanas. Parece que afuera llueve, parece que la noche grita los estruendos de sus historias, la l

A Pedro

Ahora te deben estar enterrando. Hombre de agua, de aire, de fluir acompasado; te llevan a la tierra, te siembran con tus alas bien plegadas en la espalda, y afuera, a la distancia, tus amigos estaremos esperando a que renazcas, de la tierra a donde te llevan saldrán brotes de hierbas necias, de las que se aferran, echan raíces que se extienden por donde quiera, y van con sus tallos fuertes a seguir al sol, a los horizontes lejanos, a otros prados, hasta donde vayan las ganas de seguir que nunca te faltaron. A la primavera, florecerán los prados sobre tu cuerpo, fertilizarán las cenizas de tus recuerdos, flores discretas que sonríen al sol en las mañanas y cierran sus pétalos por las tardes para soñar que son rosas de mar, navegantes sin fronteras. Sabías sonreír, con los ojos entrecerrados, hablabas sin molestar al silencio, hacías apología de la tranquilidad. Hombre de cielos abiertos, no sabías estar en casa, con los ojos siempre buscando las ventanas, los horizontes, las nubes