Ir al contenido principal

Paradojas de la derrota

Al final el marcador es implacable, en el Mundial, como en todos los juegos, se termina por hacer cuentas y dividir al mundo entre ganadores y perdedores, aunque las cifras juegan de una manera casi impredecible, bien podemos ver cómo se configuran en los minutos del juego. Este jueves hemos vivido nuestra ronda de definición, a la misma hora, los cuatro equipos del grupo sellaron su futuro mundialista, quedan para el análisis y para la historia dos grandes paradojas.

Mientras en el estadio de Rustenburgo México mostraba lo peor de sí, daba palos de ciego, equivocaba la alineación y se hundía ante los incomprensibles cambios que hablan de un criterio técnico totalmente sumido en el yerro, lo vimos en la cancha, equivocar la estrategia arruina a un equipo, lo hace irreconocible. Del otro lado, el anfitrión abatía con furia a una alicaída Francia. Hoy, a la hora de las cuentas, quienes celebraban un triunfo quedaban fuera y nosotros, los mexicanos, buscando a gritos los responsables de la catástrofe, cuando a mentada limpia se marcó el ritmo de la derrota, en lo paradójico del juego, seguimos en la contienda.

Pasamos a octavos, Uruguay en primero libra la amenaza argentina, nosotros, les veremos las caras el domingo y en la mirada de la derrota, en el fracaso y la demostración de lo mucho que se puede fallar, veíamos esta pérdida como el anticipo de la derrota final. Los ánimos se fueron en el atardecer de este martes, a las afueras de Rustenburgo la afición mexicana perdió el sueño mundialista, aunque siempre se pueda apostar por la sorpresa.

Constante en esta primera etapa, los aficionados, en los estadios, frente a las pantallas de bares y plazas, hemos saltado de nuestras sillas ante la sorpresa, lo impensable, lo inesperado, lo incierto. Las selecciones favoritas se derrumban desde sus cimientos, se escucha en los corrillos de las mesas donde convivimos fragmentos de la población del mundo que “ya no hay equipo pequeño”, que “se espera campeón nuevo”, lo cierto es que a la hora de las cuentas claras no hay arte de magia, en triunfos y derrotas hay evidencias que deben ser analizadas.

Comentarios

Entradas populares de este blog

HE ESTADO SALIENDO -ensayo visual-

He estado saliendo es un ensayo visual realizado colectivamente y a la distancia durante el inicio de la pandemia. La narración sucede en Turín, Italia en un momento en el que aún no era posible dimensionar lo que sucedería con la emergencia sanitaria. La reflexión que propusimos en ese entonces, primavera de 2020, fue uno de los aspectos que, a lo largo de estos abrumadores meses se han demostrado como uno de los puntos más críticos de este proceso histórico: la marginalidad y la distancia de un mundo sostenido sobre los corroidos pilares de la desigualdad. 

Estado del tiempo III: Tormenta de nieve.

Hace días que llegó la nieve, primero una noche suave, de copos mínimos, dispersos, una noche de fiesta para los que esperábamos que llegara como la anunciación de que en verdad estamos tan al norte que lo que baja del cielo se congela. Luego de esa noche comenzaron los rumores de la gran tormenta, los noticieros con sus imágenes de mapas térmicos, Nostradamus de nuestra era, y la gente en la calle con temor en las voces decían que llegaba, que era enorme, la más grande dicen, que duraría días, de oscuridad blanca, apocalíptica. La noche antes de la tormenta había filas fuera de las tiendas, se aprovisionaban todos, urgían las compras, para la noche, fría y ventosa pero aun sin nieve a la vista, ya se había agotado el agua en el barrio, iba la gente por las calles con sus carritos de la compra llenos de galones de agua comprados quién sabe dónde. Al final conseguimos un par de botellas grandes en la tienda que abre toda la noche en nuestra calle, dos por 5 dólares, el sobreprecio de...

Estado del tiempo: Navidad en verano

La mañana de Noche Buena tuvo un sol suave desde temprano, y el aire vaporoso con el que comienzan los días de verano; desde la altura de nuestro balcón, a ojo de pájaro, las calles estaban llenas de gente sin abrigos, extraño, atípico, como los presagios de las catástrofes, como la dulce calma de las playas antes de que llegue la gran ola; para el medio día, navegábamos a 18°, premonición del trópico que asciende y colma el mundo entero con sus fiebres. Hubiera esperado la nieve, la navidad blanca del norte con alientos glaciares, pero no fue así, Nueva York nos ha dado la navidad más cálida de su historia. Y a la noche, la luna llena iluminando nuestro paseo de falso verano por el Parque Central, con esa luz blanca que diluye los objetos con sus sombras, confunde quietud con movimiento, como si los árboles del bosque ficticio de esta ciudad pudieran seguirnos los pasos por un trecho, y luego aburrirse de nuestra charla de asombros predecibles. En el subterráneo la gente respiraba...