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Para ir a la mitad del mundo

A Casandra en sus nuevos pasos


A la mitad del mundo, convergen todos los senderos, se hacen largas todas las vías hacia el lado que nos lleven nuestros deseos. Si doblamos por la mitad al mundo, se estarán encontrando en cada esquina sus extremos. Hemisférico, vale lo mismo al sur que al norte si nos paramos en el medio. Pero justo ahí, donde se comienza a buscar el ombligo de sus misterios, es que salen del mapa todas las perspectivas, todos los sueños que se van luego por donde venga bien el viento. Al medio, el mundo tiene una línea, que avanza por todo lo largo de su circunferencia, que no se cansa de perseguirse la cola como gato travieso que se gasta el día en seguirse a sí mismo como una sombra.

El Ecuador hace tutú de bailarina en la cintura del mundo que gira la danza perpetua de la vida, de la noche y sus días, de los años y sus estaciones, que están ahí por más que se nos descompongan los climas. Hace gala de su equilibrio sobre puntillas, sostiene el aliento para que no nos demos cuenta de la jodida velocidad con la que nos la pasamos haciendo caravanas eternas a ese sol que nos sonríe de luz y nos hace vida. Ahí, en esa mitad del mundo ceñida, se debe sentir toda la tensión que estira polos y los hace extremidad de esta naranja dulce aun sin ser partida, con sus gajos paralelos que marcan horas según se nos hace sombra el día.

Para llegar ahí, hasta la mitad, con el mapa perfectamente doblado, coincidente de sus orillas para que nos diga dónde está ese justo medio del sueño del equilibrio aristotélico, hay que ir con la simetría exacta puesta en los ojos, con los pies bien plantados sobre la superficie de los sueños más acuosos, de nubes y estrellas, sueños de manos que se extienden a las distancias y esperan el momento de ser tomadas de nuevo y abrir cielos al vuelo. El mapa doblado es un doble mapa por ambos lados, es un universo complementario, no hay nada igual de los dos lados, más que la necesidad de mantenerse sujetos por esa línea; así, en la mitad de ese mundo, donde los días y las noches tienen las mismas horas, donde no hay ventajas de luz sobre los placeres con que la oscuridad asombra, ahí seguro hay un equilibrio oculto, unas ganas de sentarse con ese otro sobre la balanza y hacerse suave vaivén de olas en calma.

La tierra se pone más redonda, más absoluta, muestra la plenitud de su curvatura. Ecuánime, justa. Madre de todas las criaturas, da lo mismo a los diurnos que a los nocturnos sus tiempos de disfrute y calma, debe ser tierra de hombres hechos sobre la base de una balanza exacta. Ahí te has ido ahora a buscar tus nuevos días, allá seguirás haciendo fragmentos para pared de tus visiones de la vida, para llegar has debido llevar una maleta llena de ganas, pesada como las plantas de los pies que te llaman a andar lado a lado, como mitad de mapa doblado; pero ligeras de libertad, de cielos que despeja el viento como lienzos para tus manos de niña traviesa, para tus ojos de mujer pintora de sueños tersos, cielos que serán profundas cavidades para tus sonrisas largas que inevitablemente terminan en carcajada.

Desde acá, extiendo a la tensión gravitatoria de esta tierra mis manos, para que sientas cómo caen hasta ese centro del mundo donde ahora estás mis abrazos.


Sei

Comentarios

  1. más que cintura ceñida, no es cintura extendida? en el ecuador todo es más amplio y curioso por la gravedad una pesa poco menos...

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