A sabiendas de no deber, comparto nuevamente algo de la correspondencia privada.
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Maun, Botswana, 12 de febrero de 2011
¿El misterio de las cosas? ¡Que se yo lo que es misterio!
El unico misterio es que exista quien piense en el misterio.
Quien esta al sol y cierra los ojos
Comienza a no saber que es el sol
Y a pensar muchas cosas llenas de calor.
Pero abre los ojos y ve el sol,
Y ya no puede pensar en nada
Porque la luz del sol vale más que los pensamientos
De todos los filósofos y de todos los poetas.
La luz del sol no sabe lo que hace
Y por eso no yerra y es común y buena.
Alberto Caeiro
Hombre solar:
Te escribo hoy a pasos de mañana tardía, a la orilla del Okavango Delta, que no es un delta aunque es el más grande que hay, que viene de un río y nunca va al mar, baña el rojo Kalahari y nadie sabe a dónde va a terminar, a menos de 70km del Trópico de Capricornio. Un Delta que no va al mar nunca y sin embargo sabe a salados misterios donde anidan los cocodrilos con el sigilo de sus fauces esperando el descuido de los flamencos. Justo a la orilla de este río en Maun, Botswana, pongo mis pies en el agua, alivio el calor de los caminos recientes, cierro los ojos y me viene la extraña sensación de tibias manos sobre el cuerpo con que te evoco cuando no me doy cuenta de los momentos en que te recuerdo.
Sube desde mis pies la humedad de estos suelos, endulzada de azules flores de loto, se humedece mi cuello con las temperaturas tropicales que ascienden a estas horas como manos ansiosas por entre las faldas de las mujeres, palpitan entonces mis senos al calor de tus recuerdos. Sí, te anhelo. No yo, no la memoria racional que todo lo pone en cajas y lo controla, es esa otra cosa que se acumula en algún rincón específico de nuestra piel y espera, adormecida, el toque de calor de una mañana tropical para desperezarse y moverse con pasitos lentos de araña por toda nuestra piel. Cosquillea, hace sonreír a los primeros instantes en que sucede, pero luego se aferra, avanza desesperada buscando un lugar de sombra en dónde dormir, se inconforma con haber sido despertada y su andar nervioso nos saca escalofríos, nos aterra en la amenaza de sus venenos.
Me atrapan esta mañana las telarañas de esa sensación, redes brillantes que se hacen de cristal con la paciencia del rocío acumulado, que desafían la probabilidad de romperse con el fuerte aleteo con el que trato de librarme de tus anhelos. Pero me muevo, paso las manos por mi cuello, y sólo alboroto más los recuerdos, les digo que acá estoy, con los pies anegados de las aguas de este otro mundo, con las cicatrices de los pasos recientes fermentando el cansancio, y entonces te vuelves casi tangible, el aire te construye delante de mis labios, la solidez de tu vientre acunando mi costado, tu aliento avanzando, uniendo los puntos de los lunares de mis labios, dibujando mapas para olvidarlos y volver a comenzar como si nunca antes me hubieras trazado.
Se agitan con este viento que sabe a ti los temblores de mis labios, presagian maremotos, se oscurece el sol un segundo en abrazo de nubes, se agitan parvadas verdes de hojas, rumores de mariposas que urgen a detener la memoria, me dicen que me detenga ahí, que no siga más germinando ese calor dentro de mi, que el trópico celoso no soporta ese color naranja de estrella temprana que se me comienza a asomar por entre los costados, que me viste de madurez de verano. Mis poros se derraman de la sensación de ti, se hacen líquida luz, me abrazo entonces a mis rodillas, me trato de encerrar en mi misma, enredaderas inquietas se alejan de ese sol que me vuelvo a las orillas calmas del Okavango Delta, temen el incendio, la explosión de la memoria.
Del otro lado del río los hombres en canoas me están mirando, sus rostros oscuros de sol y de pasados se iluminan con el brillo anaranjado que van tomando mis brazos, guardan el silencio del asombro y siguen río abajo, a la tarde, en las horas de descanso diario, estarán comentando unos a otros cómo es que esa mañana, temprano, vieron a la orilla del río a una niña, otros dirán que sería más bien una mujer, que en color de sol, abrazada a sus rodillas, con los pies dentro del agua, de recuerdos estaba incendiada. Sentirán pena de ese breve sol de mañana que cortaba sus venas de luz con los cristales rotos de las aguas, se preguntarán cómo es que soles y estrellas pierden sus cielos y terminan por caerse hasta esta tierra, a las orillas de las aguas, cómo es que tratan de extinguir sus anhelos en los mínimos charcos de este planeta.
Harían falta un par de océanos, o tapiar bajo la arena de salados desiertos todo ese fuego, dejar que esa estrella que soy cuando te recuerdo ahogue sus gritos de luz, se adormezca con su propio silencio, se quede en ese punto medio de oscuridad que hay antes de llegar a los sueños. No hay más calor de trópico alrededor de mi cuerpo, no siento más la humedad de mi piel tratando de hacer equilibrio de malabarista en el trampolín de la temperatura del ambiente, hacia afuera todo se refresca, pues es dentro de mí que bullen aguas hirvientes, que se incendian mis cavidades de madera. Te respiro entonces para avivar mis fuegos, reconstruyo el paso de tus ojos sobre mi cuerpo, dejo que pasen las horas mientras entre tus memorias me estoy consumiendo.
Hoy, a la tarde, haré un vuelo en aeroplano para ver desde el cielo la vertiente del Delta, cómo el azul avanza entre las tierras rojas del Kalahari y vuelve todo verde a su paso. Iré al cielo con ganas de alas, abriré mis manos al viento, pues bien sé que es este mismo viento el que va y viene por el mundo entero, le pondré la humedad de mis labios, el rumor de carrizos con que se llena mi cuerpo al nadar entre los pantanos, la ligera sensación de jazmines con que a las tardes me baño, y a la hora en que abras tu ventana que da a esa avenida grande, llena de ciudad, una sensación silvestre inundará tu cuarto; sin saberlo, respiro a respiro, me estarás saboreando. Florecerás de soles y la gente, en las calles, a tu paso, se fastidiará de todo lo que vas brillando.
Tuya de luz y de deseos, Sei.
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Maun, Botswana, 12 de febrero de 2011
¿El misterio de las cosas? ¡Que se yo lo que es misterio!
El unico misterio es que exista quien piense en el misterio.
Quien esta al sol y cierra los ojos
Comienza a no saber que es el sol
Y a pensar muchas cosas llenas de calor.
Pero abre los ojos y ve el sol,
Y ya no puede pensar en nada
Porque la luz del sol vale más que los pensamientos
De todos los filósofos y de todos los poetas.
La luz del sol no sabe lo que hace
Y por eso no yerra y es común y buena.
Alberto Caeiro
Hombre solar:
Te escribo hoy a pasos de mañana tardía, a la orilla del Okavango Delta, que no es un delta aunque es el más grande que hay, que viene de un río y nunca va al mar, baña el rojo Kalahari y nadie sabe a dónde va a terminar, a menos de 70km del Trópico de Capricornio. Un Delta que no va al mar nunca y sin embargo sabe a salados misterios donde anidan los cocodrilos con el sigilo de sus fauces esperando el descuido de los flamencos. Justo a la orilla de este río en Maun, Botswana, pongo mis pies en el agua, alivio el calor de los caminos recientes, cierro los ojos y me viene la extraña sensación de tibias manos sobre el cuerpo con que te evoco cuando no me doy cuenta de los momentos en que te recuerdo.
Sube desde mis pies la humedad de estos suelos, endulzada de azules flores de loto, se humedece mi cuello con las temperaturas tropicales que ascienden a estas horas como manos ansiosas por entre las faldas de las mujeres, palpitan entonces mis senos al calor de tus recuerdos. Sí, te anhelo. No yo, no la memoria racional que todo lo pone en cajas y lo controla, es esa otra cosa que se acumula en algún rincón específico de nuestra piel y espera, adormecida, el toque de calor de una mañana tropical para desperezarse y moverse con pasitos lentos de araña por toda nuestra piel. Cosquillea, hace sonreír a los primeros instantes en que sucede, pero luego se aferra, avanza desesperada buscando un lugar de sombra en dónde dormir, se inconforma con haber sido despertada y su andar nervioso nos saca escalofríos, nos aterra en la amenaza de sus venenos.
Me atrapan esta mañana las telarañas de esa sensación, redes brillantes que se hacen de cristal con la paciencia del rocío acumulado, que desafían la probabilidad de romperse con el fuerte aleteo con el que trato de librarme de tus anhelos. Pero me muevo, paso las manos por mi cuello, y sólo alboroto más los recuerdos, les digo que acá estoy, con los pies anegados de las aguas de este otro mundo, con las cicatrices de los pasos recientes fermentando el cansancio, y entonces te vuelves casi tangible, el aire te construye delante de mis labios, la solidez de tu vientre acunando mi costado, tu aliento avanzando, uniendo los puntos de los lunares de mis labios, dibujando mapas para olvidarlos y volver a comenzar como si nunca antes me hubieras trazado.
Se agitan con este viento que sabe a ti los temblores de mis labios, presagian maremotos, se oscurece el sol un segundo en abrazo de nubes, se agitan parvadas verdes de hojas, rumores de mariposas que urgen a detener la memoria, me dicen que me detenga ahí, que no siga más germinando ese calor dentro de mi, que el trópico celoso no soporta ese color naranja de estrella temprana que se me comienza a asomar por entre los costados, que me viste de madurez de verano. Mis poros se derraman de la sensación de ti, se hacen líquida luz, me abrazo entonces a mis rodillas, me trato de encerrar en mi misma, enredaderas inquietas se alejan de ese sol que me vuelvo a las orillas calmas del Okavango Delta, temen el incendio, la explosión de la memoria.
Del otro lado del río los hombres en canoas me están mirando, sus rostros oscuros de sol y de pasados se iluminan con el brillo anaranjado que van tomando mis brazos, guardan el silencio del asombro y siguen río abajo, a la tarde, en las horas de descanso diario, estarán comentando unos a otros cómo es que esa mañana, temprano, vieron a la orilla del río a una niña, otros dirán que sería más bien una mujer, que en color de sol, abrazada a sus rodillas, con los pies dentro del agua, de recuerdos estaba incendiada. Sentirán pena de ese breve sol de mañana que cortaba sus venas de luz con los cristales rotos de las aguas, se preguntarán cómo es que soles y estrellas pierden sus cielos y terminan por caerse hasta esta tierra, a las orillas de las aguas, cómo es que tratan de extinguir sus anhelos en los mínimos charcos de este planeta.
Harían falta un par de océanos, o tapiar bajo la arena de salados desiertos todo ese fuego, dejar que esa estrella que soy cuando te recuerdo ahogue sus gritos de luz, se adormezca con su propio silencio, se quede en ese punto medio de oscuridad que hay antes de llegar a los sueños. No hay más calor de trópico alrededor de mi cuerpo, no siento más la humedad de mi piel tratando de hacer equilibrio de malabarista en el trampolín de la temperatura del ambiente, hacia afuera todo se refresca, pues es dentro de mí que bullen aguas hirvientes, que se incendian mis cavidades de madera. Te respiro entonces para avivar mis fuegos, reconstruyo el paso de tus ojos sobre mi cuerpo, dejo que pasen las horas mientras entre tus memorias me estoy consumiendo.
Hoy, a la tarde, haré un vuelo en aeroplano para ver desde el cielo la vertiente del Delta, cómo el azul avanza entre las tierras rojas del Kalahari y vuelve todo verde a su paso. Iré al cielo con ganas de alas, abriré mis manos al viento, pues bien sé que es este mismo viento el que va y viene por el mundo entero, le pondré la humedad de mis labios, el rumor de carrizos con que se llena mi cuerpo al nadar entre los pantanos, la ligera sensación de jazmines con que a las tardes me baño, y a la hora en que abras tu ventana que da a esa avenida grande, llena de ciudad, una sensación silvestre inundará tu cuarto; sin saberlo, respiro a respiro, me estarás saboreando. Florecerás de soles y la gente, en las calles, a tu paso, se fastidiará de todo lo que vas brillando.
Tuya de luz y de deseos, Sei.
reconocerse, introspeccionarse mirarse en el río sea salado o dulce con lagartos comehombres o flamencos, sea como sea delgada es la línea de saber si tu miras a el río o el río termina mirándote a ti...
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