Conocí el futuro en las líneas de tus manos, que avanzan cada día milímetros imperceptibles, se hacen más claras, más fuertes, como surcos fértiles. Te descubrí a mirada de gitana, buscándole claves a las coincidencias más vagas. Y en estos días de tan dulces certezas, el pasado se diluye, se aleja, son largas las distancias por donde la memoria ya no navega; desembocan los ríos de la vida en el mar calmo de los olvidos.
Me regalaste el olvido, a la luz de nuestra vida juntos, todo antes tiene colores insípidos, una tonalidad gris, como el polvo que se ocupa de las cosas que ya nadie toca. La bestia de la memoria reposa, en calma, con el estómago lleno de sensaciones nuevas, sin ansias, duerme el reposo amable de quienes finalmente tienen un dueño. Cierra los ojos sin temores.
Pero esta noche el pasado se revuelve, busca la puerta, toca con la palma abierta sobre los vidrios de las ventanas. Parece que afuera llueve, parece que la noche grita los estruendos de sus historias, la lluvia baja por los cristales como surcando el rostro de los tristes, de los hombres que se transparentan de penas al lloverse. Sé que está fría, que duele sobre el cuerpo cada gota helada de esta agua, conozco bien los aguaceros sin sentido, sorpresivos, fuera de temporada; sé que ahí, a la distancia de casi nada, el mundo es un cataclismo.
Desde la altura del tercer piso se puede escuchar cómo la tormenta avanza, cómo salen los ríos subterráneos por las alcantarillas hartas, comienza ese fluir bravo de la ciudad que se hace agua. Nos rodean las corrientes, suben las mareas y todo se mece bajo el oleaje oscuro de esta noche que de pasados se duele. Recuerdo las soledades, los hastíos, el sufrir constante de los corazones endurecidos, recuerdo las despedidas, pienso en los nombres, en las sonrisas, pienso que puedo recordarlos todos, también a los muertos, a los olvidados, a los que les debo tanto.
Con la lluvia de la noche me renace la memoria, se fecundan brutalmente las riberas del pasado con este insomnio monzónico, me agito, me revuelvo entre las sábanas, y entonces surges de entre la noche, me acercas al calor de tu abrazo, y se abre el cielo sobre nuestra cama, con todas sus estrellas claras. Llueve ya sólo a la distancia, lejos, en otro mundo que no es el nuestro, sobre personas que no existen más, que de tanta ausencia finalmente desaparecieron.
Tu respiración de sol va y viene sobre mi espalda, me recuerda que amanece pronto, que la noche no es nada, se cura cada mañana. Llega el silencio, está por todos lados, se acumula sobre mis párpados que se van poniendo pesados, al compás de tu respiración pausada todos se callan. Presiento el sueño, lo disfruto anticipadamente, me imagino que ya ha llegado y hace su recorrido por toda la casa, pienso que estoy durmiendo y, entonces, la madrugada se llena de los primeros pájaros que cantan.
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