Ir al contenido principal

El pretexto de cumplir años



¿Y para qué cumplir años, qué sentido tiene seguir la agenda, el calendario cotidiano, avanzar por una línea sucesoria de días, semanas y meses? Cumplir con el tiempo es tan relativo como el tiempo mismo, tan imposible de delimitar, tan inconsistente como los granos de arena apresados en la clepsidra.

Mejor cumplir con las promesas susurradas a la oscuridad de la noche para perder el miedo al sinsentido; cumplirle a los sueños la posibilidad de seguir ahí, a ojos abiertos por todo lo que dura el día, o la vida, si el sueño lo amerita. Mejor cumplir palabras, celebrarlas con pasteles dulcísimos, llenos de luces que se apagan para dejar brillar deseos y sonrisas; celebrar con palabras que no se miden por transcursos de días, que se valúan por su significado, por la melodía del viento al decirlas, por las sensaciones que despiertan sobre la piel de los que las escuchan cerquita del oído, como una caricia… palabras que sirven para cumplirle a la vida.

Cumplir los años no es nada, pierde toda su importancia, cuando aprendemos a cumplir nuestra palabra, a celebrarnos con las promesas que se hacen sólidas montañas, con los compromisos que a fuerza de sonrisas compartidas tienden puentes sobre ríos caudalosos, hacen de laderas escarpadas rutas de ascenso sólo con la firmeza de una mano que se tiende siempre para ayudarnos a escalarlas. Cumplir con los anhelos que desde generaciones se levantan como plegarias por el polvo de los caminos que seguimos recorriendo todos los días; cumplamos así con certezas que se extiendan por nuestros brazos como frutos de verano, dispuestos a la sed de deseosos labios.

Quisiera este años cumplir sueños, anhelos, deseos, cumplir con mi palabra que avanza ligera por estas u otras páginas, que quizá no vale nada, que significa casi nada para quien no sepa leerla a la luz adecuada, que es mía sólo por la casualidad de poder usarla. Y también cumplir con el silencio que presagia el sonido, con la necesaria pausa, la ceremoniosa espera. Me propongo entonces dejar de lado la acumulación del tiempo y comenzar una colección de momentos, instantes significativos que se celebran siempre, a cada rato, con cualquier pretexto, aunque sea un cumpleaños.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Fábulas de octubre I

Es terrible que este otoño me huela a muerte, a descomposición incierta por los tejidos del alma. A los octubres de otros tiempos debo algunas de mis historias más dulces, de perfumados olores de fruta conservada; hoy tengo miedo de este octubre que comienza, que aun se niega a ser otoño del todo, que calienta de soles de primavera y se inunda de lluvias olvidadas por las manos del verano, tengo miedo de la forma en que los días de octubre van avanzando sobre mis propias manos, en la cuenta de lo inesperado, de ese amor inevitable, furtivo, animal de caza, acechando. Cualquier amor, no importa, a los octubres de mi vida han llegado incluso algunos de los más desafortunados, algunos en la ausencia de mares de distancia, otros en las vueltas continuas de lo que por haber comenzado nunca, tampoco nunca se acaba. Me enamoro en octubre, lo digo con pensar, me apenan las carcajadas que despierta en los escuchas una confesión tan descabellada. Pero lo digo con voz pesada, hinchada de piedras

HE ESTADO SALIENDO -ensayo visual-

He estado saliendo es un ensayo visual realizado colectivamente y a la distancia durante el inicio de la pandemia. La narración sucede en Turín, Italia en un momento en el que aún no era posible dimensionar lo que sucedería con la emergencia sanitaria. La reflexión que propusimos en ese entonces, primavera de 2020, fue uno de los aspectos que, a lo largo de estos abrumadores meses se han demostrado como uno de los puntos más críticos de este proceso histórico: la marginalidad y la distancia de un mundo sostenido sobre los corroidos pilares de la desigualdad. 

Fábulas de octubre II

Es la cosa de escribir las palabras, que se guardan, en la perpetuidad de lo que dure la página, en el tiempo inmaterial en que se quedan encapsuladas apenas han sido trazadas. Hoy las nuestras me han salido a salto de mata, sin aviso, como cuando antes aun estaban sobre papel las cartas y se guardaban entre los libros y al primer descuido caían a nuestros pies como pañuelos de doncellas enamoradas, esperando ser levantados con el cuidado del amor cubriendo nuestras manos ásperas. Así igual, los recovecos de los espacios electrónicos me han sacado una cronología de nuestros mensajes a la distancia, sin más, me encontré releyéndonos las ansias, el anhelo, la distancia. Encontré uno en donde decías que habías soñado con Baobabs porque se te habían metido mis palabras, “emisaria onírica del reino Baobab” me dices y me sacas esa inevitable sonrisa; entonces pensé en tus ojos, oscuros, misteriosos, y sobre ellos se reflejaban los sueños de Baobabs con que me fui a recorrer quién sabe qué lu