Hace días que llegó la nieve, primero una noche suave, de copos mínimos, dispersos, una noche de fiesta para los que esperábamos que llegara como la anunciación de que en verdad estamos tan al norte que lo que baja del cielo se congela. Luego de esa noche comenzaron los rumores de la gran tormenta, los noticieros con sus imágenes de mapas térmicos, Nostradamus de nuestra era, y la gente en la calle con temor en las voces decían que llegaba, que era enorme, la más grande dicen, que duraría días, de oscuridad blanca, apocalíptica. La noche antes de la tormenta había filas fuera de las tiendas, se aprovisionaban todos, urgían las compras, para la noche, fría y ventosa pero aun sin nieve a la vista, ya se había agotado el agua en el barrio, iba la gente por las calles con sus carritos de la compra llenos de galones de agua comprados quién sabe dónde. Al final conseguimos un par de botellas grandes en la tienda que abre toda la noche en nuestra calle, dos por 5 dólares, el sobreprecio de...