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Mostrando entradas de julio, 2011

De ríos crecida

Me levanto a escribir, antes del desayuno, con el estómago llamando con furia a la puerta de mis labios, ansioso de párrafos nuevos para devorarlos. Me levanto en silencio para que no salgan de mí las ideas de los sueños, y luego, en esta silla que es como un pequeño reducto de cardúmenes y algas, me sumerjo en el silencio absoluto de la palabra escrita, escrita para mi, para esos lectores que no existen en los ojos ajenos, que tienen sueño de seguir líneas tan apretadas, que se arrullan en el inevitable ritmo de las palabras persiguiéndose unas a otras. Me levanto a escribir porque sin ello no hay sentido, se atrofian las manos de tejedora sin los hilos para hacer redes y atrapar las historias, se quedan vacías las palmas sin esa sucesión de sonidos que hacemos sobre las páginas. Me condeno a la perpetuidad de la palabra, a seguirla a ojos cerrados, en momentos de ira o en el remanso de la calma; me condeno porque no hay remedio ante la necesidad de seguir, hasta el agotamiento, la es...